Sumarnos

El triunfo de Jeannette Jara en las primarias presidenciales ha abierto un momento de oportunidades importantes. Para entenderlo y actuar en él no se necesita ser seguidores del Partido Comunista ni tomar partido en los problemas internos de esa organización, sean los que sean. Menos aun se necesita, como es nuestro caso, haber sido partidarios de la coalición oficialista, de la que proviene Jara. Tampoco dejar de ser críticos, como lo somos, de la reforma que introdujo las 40 horas o la que modificó el sistema de pensiones. Es más, nada de lo hecho o lo dicho hasta ahora en el gobierno de Boric, nada de lo hecho o lo dicho en las primarias tiene un signo transformador antineoliberal mínimamente claro. 

Pero refugiarse en esas constataciones como divisa para la inacción o para la automarginación, solo representa una forma de esterilidad política. Si bien lo dicho en los debates y, en general, en las narrativas puestas en circulación en las primarias no desafiaron por sí mismas los límites establecidos en estos cuatro años de gobierno, la votación de la mayoría que participó sí lo hizo. Es necesario actuar en el presente entonces, precisamente porque la oportunidad que comporta, aun frágil, fue abierta desde abajo y desde afuera, y cualquier propuesta política de transformación democrática debe encontrar en ello un asunto de la mayor relevancia.

Eso es lo que otorga sustantividad real a este momento, que abre brechas por las que se cuela un cierto optimismo, voluntarioso, sí, pero de todas formas valioso, propicio para andar caminos de recomposición de una alternativa mayoritaria de cambio. Es decir, examinar las condiciones para articular un campo de fuerzas comprometido con la superación efectiva del orden social neoliberal, de forma abierta y generosa, que se sume con su propio carácter, sin someterse y sin reproducir las exclusiones de que muchos hemos sido objeto más de una vez. Sin renunciar, por tanto, a la construcción de un nuevo lugar en la política, como hemos planteado en otras partes, sin renunciar ni por un minuto a la necesaria superación del actual binominalismo infructuoso, y a la vez, con capacidad de articulación de arcos más amplios que ofrezcan una mayor capacidad de enfrentamiento a las alternativas de derecha.

Se trata, por tanto, de nuevo, una vez más, de intentar organizar una nueva esperanza. Allí donde la desesperanza y el pesimismo es la divisa de las derechas, proponer caminos, aperturas, una alegría más auténtica que aquella que no llegó, una alegría insumisa y plebeya que no se le encarga a nadie más que a nuestras propias manos. Si existe la posibilidad de transformar el malestar en esperanza, en la medida que sea, hay que intentarlo con la pasión de Violeta Parra, hacer política como ella tejía minuciosa el alma de este país, caminando, escuchando, recorriendo uno a uno los pedacitos de Chile. 

Y allí, y entonces, correr los límites, agrietarlos, horadarlos para dejar entrar otras voces, caras de otros colores, de nuevo con los cuerpos comunes atrapados en la normalización neoliberal que sobrevino a la Revuelta. Mover la conversación hacia esos desvelos, hacia esas frustraciones, a esos anhelos, porque este es más el momento plebeyo que el momento de la izquierda.

Para ello, resulta clave superar cierta efusiva confusión en torno a la candidata, evitar reincidir en la elevación entusiasta del personaje como ocurrió en los tiempos del triunfo de Boric. Cuando la política popular se vuelve menos productiva es precisamente cuando sus actores optan por suspender la reflexión detrás del entusiasmo. El de hoy debe ser un optimismo lleno de fuerza, de empuje y determinación, alegre, por cierto esperanzado, y asimismo reflexivo, crítico y dotado de sentido estratégico. Solo así podremos aprovechar la oportunidad que ha abierto el macizo triunfo de Jara que hoy remece no a la clase política sino a la sociedad chilena toda.

Entonces, aprovechar el momento, combinar fuerzas con amplitud y a la vez avanzar con claridad en la constitución de una nueva alternativa democrática antineoliberal, sin distracción, con amplitud y sin dilación. Sumarse sin solicitar pagos y enfrentar la campaña de falsedades y la repartición de temores que ya comienza a desatar la derecha.

Rodrigo Ruiz Encina

Presidente del Movimiento Transformar Chile

Columna publicada en La Voz de los que Sobran